jueves, 5 de abril de 2007

El casamiento

Es una mujer alta y de tez blanca. Su semblante serio y concentrado anticipa el futuro acontecimiento, para el que se preparó durante su juventud.

Tiene el cuerpo delgado, perfectamente estilizado, y está bellamente preparada para la ocasión; sus manos, medianas y robustas, se muestran tensas, nerviosas. El pelo, perfectamente recogido, tiene el color oscuro, como el negro de la noche, que hace resaltar el blanco de la cara, en la que los protagonistas son los grandes y redondos ojos, negros también, y enmarcados por dos largas y angostas cejas.

Su boca, línea de dos pliegues, encierra su ansiedad, característica de su personalidad atolondrada e impaciente, manifestada en el pequeño y blanco pie, que se apresura por dar el importante paso.

Su nombre es Esmeralda, mujer veinteañera, proveniente de una familia pudiente del norte de Buenos Aires. Su apellido pronto cambiará, y se la conocerá como la dama de Massaini: por el momento, es Esmeralda Larín.

Su oficio es la costura; otras veces, la cocina. Sin embargo, lo que más disfruta es la lectura de los clásicos: Homero, Herodoto, Shakespeare, Bécquer, Borges, Bioy Casares; tantos autores y tantas historias, que cautivan y seguirán cautivando a esta hermosa y soñadora mujer, para la cual, siempre, la realidad es parte de la ficción y la ficción se crea a partir de la realidad cotidiana; y para la cual, todo es posible, desde el momento en que se concibió la obra de arte.

Es por esto que en su casa la conocen como la “idealista”, dado que su personalidad soñadora y aventurera la llevan a idealizar cada momento vivido, sin atenerse, la mayoría de las veces, a la tiste realidad cotidiana. De todas maneras, es su idealismo, su personalidad atolondrada, su carácter festivo y alegre, lo que la mantendrá a ella siempre joven y hermosa, como la imagen eterna e imborrable de aquella fotografía del día de su casamiento.

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